Las últimas cartas de Amor de la Historia

Leí en una ocasión, no recuerdo a quién, que las cartas de amor son ridículas, y que, si no lo fueran, no serían cartas de amor. No en vano, hoy en día, se las considera algo como anacrónico y caduco, casi degenerado. Llegaron los emails y desde entonces ya prácticamente nadie escribe cartas. Las únicas que trae el cartero son facturas o propaganda, jamás cartas manuscritas y, menos aún, cartas de amor, que pertenecen ya a una época extinta. Seguramente es una forma de progreso, un avance, una optimización, una mejora sobre nuestras vidas. La inmediatez del email agiliza el mundo y expande nuestras capacidades de comunicación en todas las direcciones simultáneamente. Hemos sido capaces de eliminar todo lo que hay de superfluo, de desparrame de energía, en el acto de escribir una carta a mano. Sin embargo, las cartas de amor son un género aparte, y no deben ser cercenadas con la misma severidad, pues en ellas se trata precisamente del sacrificio amoroso que se ofrenda en forma de verbo. Seguramente escribir una carta de amor honesta y profunda sea lo más noble que pueda llegar a hacer un ser humano. El culmen de la virtud se encarna en una carta de amor. Ninguna especie animal escribe cartas de amor, son algo reservado a las especies divinas. Escribir cartas de amor es reconciliarnos con lo que hay de puro y angelical en la naturaleza de nuestro espíritu.
       Sin embargo, las cartas de amor deben ser ridículas, y deben ser plúmbeas, y en ellas no hay elementos superfluos, ni ideas que hayan sido debidamente enfatizadas, todo es un ir y venir, un vaivén, un orbitar alrededor de una misma idea, zambullirse en ella, salir por el otro lado, y repetir la embestida. Las cartas de amor deben estar llenas de florituras innecesarias, de metáforas trasnochadas, hipérboles absurdas, sueños, esperanzas, pesares, obsesiones, recuerdos y elementos, en fin, que están más allá de la dimensión empírica y práctica en la que se conciben los emails. Una carta de amor es una orgía rococó, una verborragia pastel, y debe ser escrita a mano, con caligrafía curvilínea y dedicada, usando un papel expresamente seleccionado y un sobre tres cuartos, para que se diferencie de las facturas y la propaganda.
       Un email está redactado para ser leído una única vez. Una carta de amor está destinada a ser leída muchas veces, toda una vida. Yo conservo todas las que recibí, antes de su extinción definitiva, y confieso que en más de una ocasión me he sentado a leerlas y a analizarlas. Las cartas de amor son el túnel más directo y rápido a los países más dulces del mapamundi de nuestra memoria. No sólo nos recuerdan al ser amado, sino que nos recuerdan quienes fuimos nosotros, o quienes pudimos ser, o quienes fuimos a ojos de otros, algo que, sin duda, es una herramienta poderosísima de autoconocimiento. No es tan descabellado pensar que, en este valle de lágrimas que es la vida, resulta más conveniente para el alma entender que no somos lo que creemos que somos, ni tampoco lo que nos indiquen las saetas de la vida, sino la versión de nosotros mismos que ven los seres que nos aman. Ésa es la versión más pura que existe de nuestro yo, y ése debería ser el demiurgo de nuestro existir, el modelo a seguir. Persistir en una versión de nosotros mismos que no inspira amor sólo conduce al desastre personal. Inspirar en los demás miedo, lujuria, rechazo, irritación, no es sino una forma de condenar a toda la humanidad.
       Como ven, lectores, a poco que se siga cualquier hilo se llega fácilmente a ideas ridículas. Y las absurdas ideas de las cartas de amor que se conservan en el tiempo alcanzan con los años el ábside de su ridiculez, e incluso acaban resultando sublimes en su ridiculez, y dejan de ser ridículas para ser trémulamente tiernas, cuando son leídas por ojos amables.
       Los emails están pensados para ser leídos con fuente Arial, o alguna otra sin serifas, pero las cartas de amor van manuscritas, es decir, van firmadas en cada una de sus letras. Su caligrafía le pertenece sólo al autor, nadie puede suplantarla, es su marca de identidad, lo que convierte la carta en un documento auténtico y único. Un email comunica. Una carta da fe, ofrece testimonio compulsado. La carta de amor es ridícula, pero también es auténtica y única y expresa una verdad que necesita con desesperación y urgencia ser vomitada. Se escriben cartas de amor cuando los amantes ya no tienen absolutamente nada más que decirse puesto que se dan cuenta que desean decírselo todo. Las cartas de amor son lo que se escribe cuando se alcanza ese punto en el cual cualquier cosa que se dijera sonaría ridícula.
       Cuando un enamorado escribe una carta de amor, es innegable que está intentando dar lo mejor de sí mismo, cumplir una azaña y, más allá de su destreza literaria, queda ese sacrificio, esa ofrenda, el testimonio de una dedicación y una admiración especial. Siento satisfacción por haber nacido y crecido en una época en la que aún se escribían cartas de amor, las últimas cartas de amor de la Historia. Siento orgullo por haber escrito muchas antes de que perecieran, y gratitud por haber recibido algunas pocas a lo largo de mi vida.
       Escribo todo este exordio para enmarcar la publicación de mi segundo libro, con el que quiero reivindicar un género literario antiguo y demodé: las cartas de amor. Hoy en día que gusta tanto lo vintage, lo retro, lo caducado, algo como las cartas de amor debería tener una gran aceptación. Pero, claro, hoy en día el problema no es tanto que las cartas de amor estén pasadas de moda, sino algo mucho más grave y preocupante: hoy en día lo que está totalmente denostado es el amor mismo, que es considerado una idea ridícula. Así las cosas, con este segundo libro que ya en poco tiempo verá la luz (su publicación está prevista para el 30 de septiembre de 2019), no sólo quiero reivindicar las cartas de amor, sino el amor mismo.
       Su título no es La rosa y la espina, tal y como había anunciado previamente, sino Bahía carmín y debo volver a advertir a los lectores de El menstruador: este nuevo libro no sigue la senda que abrió el primero. Aquellos lectores que quedaron complacidos con El menstruador y crean que en este van a encontrar algo similar o análogo, se equivocan.

(21/11/2018) Leer Prosía de amor
(10/12/2018) Leer Corpus Amandi
(01/05/2019) Leer Breve informe del proceso de escritura de La rosa y la espina
(01/07/2019) Leer Dios en acción
(30/09/2019) Leer Annäherung an die Frage der Wirklichkeit


Preciosa réplica hecha por el compañero Iván García Cantero, en su blog, La Iglesia de Baler: Cartas de amor

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