Reseña de El menstruador en fnordtaku
¿Por qué esta resistencia? Mi mente ha orquestado la siguiente hipótesis: por una parte tendríamos los mitos cuckold fundacionales del Nuevo Testamento[2] y el monopolio arquetípico —blanco, puro y refulgente— de la Virgen María y su Amor de Madre supraterrenal grabados a fuego en el sustrato tradicional del imaginario de este país; por otro lado, el retorno del reprimido arquetipo de la Puta que supone la influencia de la cultura popular proveniente del Malvado Matriarcado Andrófobo Tecnofeminista de los EEUU —definido así por observadores de la contracultura del mismo país[3]—, vendría mediado por el doblemente constreñido[4] marco psicológico del puritanismo; esta combinación provocaría que ambos arquetipos conviviesen en la mente colectiva española en un estado de completa disociación, á la Jekyll y Mr.Hyde.
A medio camino entre la corrosiva causticidad de Houellebecq y la sagacidad de Orwell a la hora de arrojar luz sobre los mecanismos de control social, la novela de Lázara Blázquez Noeno “El menstruador” constituye una excelente retrato de este Mr.Hyde feminista patrio —o “matrio”, lenguaje inclusivo mediante—, completamente imbricado en los mecanismos del Estado y cuya financiación proviene presumiblemente de entidades y actores supraestatales.
La autora articula la narración en torno a un monólogo interior de más de 700 páginas en el que el personaje principal relata —de forma plausible[5]— sus desventuras mientras rebota en la maquinaria institucional del género. A esta narrativa vivencial en primera persona la autora va intercalando toda suerte de datos históricos, estadísticos y periodísticos que ofrecen una imagen global de la implantación de las políticas de género en el Estado Español durante el último par de décadas.
Frente a otros libros que tratan temáticas similares desde ópticas más asépticas —como por ejemplo la psicología evolucionista—, el libro de Blázquez Noeno tiene una cualidad visceral que dota de cercanía al relato —aunque, siempre bajo mi apreciación personal, la cadencia del libro se interrumpa en ocasiones. Quizás un lenguaje un poco más sintético y una estructuración diferente de la obra —pienso que hay porciones que podrían haberse conformado en apéndices autocontenidos para leer de forma separada— podrían haber hecho la narración todavía más directa. Con todo, he de decir que devoré y finalicé el libro mucho más rápido de lo que pensaba.
Por supuesto, hay cosas con las que no puedo estar de acuerdo con la autora, como por ejemplo cuando arremete contra la irracionalidad de las prácticas y conocimientos importados de culturas antiguas. Personalmente he pasado demasiado tiempo en esos jardines como para pensar que no hay nada aprovechable ahí —aunque le concederé que la mayor parte de creencias de estas subculturas la recibimos fuertemente distorsionada y que, de hecho, este «misticismo menopáusico»[6] de la New Age conformaría el núcleo grueso del nuevo corpus religioso ginecocéntrico.
Fiel a este espíritu, finalizaré pues esta reseña con un punto magufo: tuve que anotar, en mi registro personal de sincronías analógicas[7], una coincidencia mientras leía “El menstruador”; justo cuando aparece la única y fugaz mención al acento canario de un figurante de la novela, se sentaron a mi lado, en el autobús, cuatro canarios bastante parlanchines.
Nada tampoco demasiado significativo, ni abracadante ni que realmente me importe demasiado: desde que iniciara mi personal de integración de (mi percepción de) la Virgen y la Puta he acabado, como acaba el protagonista, con un ánimo abúlico, descreído y en decepción contínua, preso de un desengaño paradójico que gravita entre la entereza y la cutrez absoluta.
Y sospecho que no se trata sólo de mí.
[1] Esther Vilar, autora del polémico “El varón domado”, dijo haber recibido amenazas de muerte debidas a este libro por parte de la Sororidad Internacional.
[2] San José, claro, carga con la crianza del retoño de María, concebida fuera del matrimonio por obra y gracia del “espíritu santo”.
[3] He construido el término “Malvado Matriarcado Andrófobo Tecnofeminista de los EEUU” haciendo un collage de descripciones de la sociedad estadounidense tanto de William Burroughs —«a malignant matriarchal society»—, Robert Anton Wilson—«an ideology which i call androphobia-fear and hatred of the male— y Robert Crumb —cuyas referencias al “tecnofeminismo” pueden encontrarse en el volúmen de entrevistas “R. Crumb. Entrevistas y cómics” publicado por Gallo Nero.
[4] En “Una cuestión de valores”, Morris Berman describe a los estadounidenses como una sociedad básicamente escindida de su cuerpo. Por su parte, Gyrus argumenta en “North, the Rise and Fall of the Polar Cosmos” que «la insistencia puritana en la disciplina interna es impensable en un contexto de ausencia de maestros» y que «su objetivo era encontrar a un nuevo maestro en sí mismos, un rígido autocontrol modelando una nueva personalidad».
[5] Me consta que la autora ha estado en estrecho contacto con grupos de afectados. De hecho, la noticia sobre la publicación de libro me llegó gracias a esta reseña cuyo autor, me consta también, pasó por un rosario similar al del protagonista de Blázquez Noeno.
[6] La expresión es de Terence McKenna.
[7] Tiendo a desestimar las sincronicidades digitales porque Internet consiste, básicamente, en una serie de máquinas conectadas para sincronizar los flujos de información. Tendría poco sentido darles algún significado cuando tienen lugar en un entorno precisamente diseñado para experimentarlas.
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El menstruador en El sueño de Pepa, Valladolid
Amo al autor de esta reseña y me ha emocionado verla aquí. Aún así, no he leído EL menstruador, le tengo muchas ganas unu