Putas del siglo XXI

Alguien muy cercano a mi corazón me dijo hace no mucho que las putas heredarían la Tierra. No especificó cuándo, ni cómo, y, menos aún, explicó qué es lo que pensaban hacer con ella. Las putas del siglo XXI son diferentes a las del siglo XX y, mucho más aún, a las del siglo XIX. Esto es algo que nadie en su sano juicio podría llegar a discutir. Éstos son los hechos incuestionables: las putas del siglo XIX heredaron la tuberculosis, las del siglo XX heredaron el psicoanálisis y todo indica a que las del siglo XXI heredarán la psiquiatría. Ahora bien. ¿Heredarán estas últimas, además, la Tierra?
       Seguramente sea sensato decir que a pesar de esta clara diferenciación histórica, no se ha profundizado lo suficiente en ella. El tema de las putas, a pesar de su antigüedad, es un tema completamente infrareportado que, en mi opinión, no ha sido debidamente estudiado. Al contrario que otras cuestiones más áridas o documentales, el tema de las putas no debe tratarse con el ascetismo de la academia, sino con afán renovador, con el impulso de actualizarse. Los libros de putas del siglo XIX no sirven para entender el puterío actual. Sin duda alguna, el tema de las putas está esperando, aún, un tratamiento literario adecuado a los tiempos demenciales que corren.
       Libros de putas hay muchos en el mercado, la mayoría muy malos, muy falsos y claramente diseñados para especular con el morbo de la gente. En ellos no suelen decirse más que mentiras y, lo que es peor, suelen decirlas fatal. En internet no se encuentra nada valioso desde el año 2000. Y además, hay que alegar que lo malo de las putas es que ellas mismas no son capaces de contar, con honestidad, su propia historia. La mayor parte de putas del siglo XXI no se conceptualizan a sí mismas como tal, sino como retorcidísimas concepciones eufemísticas diseñadas para hacer de su estilo de vida algo más soportable, algo más digerible. Cuando una puta se hace llamar a sí misma escort, por ejemplo, es sólo porque no le gusta pensar en sí misma como puta. Intenta soslayar esa idea. Cuando una puta asegura que es profesional, simplemente está intentando camuflar la idea de que ser puta no es una profesión, sino un oficio. Esto no debe de extrañar a nadie, las infinitas capas de autoengaño en la que nos envolvemos las mujeres tienden a infinito. ¿Por qué habría de ser diferente en las putas? El caso es que esta distanciación de sí mismas es, quizá, una de las evidencias más claras que hay de que las putas han perdido la conciencia de clase. No hay más que darse un garbeo por una “Asociación de putas”, uno de estos grupúsculos politizados, tan populares en el País Vasco, para darse cuenta de que están fundamentalmente compuestos por mujeres que son de todo, menos putas. De hecho, casi tienen más de santas (pero santas estólidas) que de putas. La neoputas no sólo saben ya reconocerse a sí mismas, sino que también han perdido la capacidad de reconocerse entre ellas. Ya no existe el gremio, sino una mera diáspora de luciérnagas enloquecidas.
       Libros de putas en el siglo XX hay muchos, algunos muy buenos, pero todos ellos, claro, se han quedado también anclados a una época ya extinta en la que las putas tenían un nombre de incógnito tras el que se camuflaba una mujer real, como en Belle de Jour. En términos putólogos podría decirse que Belle de Jour ha pasado de ser una obra profética a una obra de arqueología. Hasta el mismo Buñuel tendría que reconocerlo, si conociera el statu quo actual. Ya no existe esa dualidad nominal, ese incógnito, esa dicotomía. Ahora las putas adoptan su nombre de guerra para construir sobre él toda su personalidad. Hasta el siglo XX ser puta era un oficio (jamás fue una profesión salvo, como mucho, en el Japón Imperial), incluso un estilo de vida, pero a día de hoy es ya algo muy diferente: hoy en día es un posicionamiento político, un síndrome psicológico, una feligresía pagana, una religión sin Dios y sin iglesias, una exacerbación del espíritu, un suicidio que no mata. En las putas del siglo XXI ya no hay un alter ego reconocible, sólo hay disociación y neurosis.
       Se cuentan muchas mentiras sobre las putas, pululan muchas leyendas y falsedades y, además, se enfoca casi siempre mal el asunto. Jamás se entrevista a la contraparte, a los puteros, a los hombres que mejor las conocen y más tratan con ellas. Libros de puteros hay, en comparación, muy pocos, y la mayoría muy malos. No interesa, tampoco, la perspectiva del putero. Se puede llegar a debatir sobre las consecuencias psicológicas de prostituirse, pero nadie se pregunta cuáles son las consecuencias de acudir a prostitutas. ¿Irse de putas degrada o ensalza la vida del varón? ¿Calma sus ansias o, por el contrario, las estimula para sucumba a ellos? ¿Ir de putas convierte a un hombre en alguien más fuerte o más débil? ¿Ir de putas es una liberación, una condena, o una claudicación entre estos dos extremos?
       Como ve, estimado lector, apenas hay que tirar un poco del hilo para darse cuenta de que el tema da mucho de sí: desde el sesgo cognitivo a la desaparición de la discreción, desde la economía sumergida a los amores borderlínicos, desde el acercamiento empático al putero, hasta la profecía social. Es un tema interesantísimo que, sin duda, da para mucho más que un libro un mero catálogo de casuística, un bestiario infame, una colección numismática. Las putas no son capaces de contar su propia historia, digo, y por eso necesitan que alguien la cuente por ellas.
       De un modo u otro, en todos los libros que he escrito han estado presente las putas, pero siento que siempre me he acercado a ese tema un poco de soslayo, sin enfrentarme con todas las cuestiones proteicas subyacentes. Por ello, mi nuevo reto literario es escribir ese libro de putas, el libro de las putas del siglo XXI.
       Ya me he enfrascado en el trabajo pero reconozco que es un proyecto, todavía, algo informe, un proyecto vivo que cambia cada vez que pienso en él. Aún no sé cómo lo voy a estructurar, ni cuál será la textura de la prosa, ni cómo trataré las diferentes cuestiones a las que deseo enfrentarme. No puedo prever su longitud, ni el tiempo que me llevará acabarlo. Es demasiado pronto. De momento sólo estoy reuniendo material de trabajo, bocetando, ensayando, probando distintas posibilidades. No sé si será un libro muy narrativo, poco narrativo o nada narrativo. Sé que quiero invocar para esta celebración a todas las putas sobre las que ya he escrito en anteriores obras, pero ignoro aún cómo voy a hacerlo. Lo que sí puedo adelantar es cuáles son las premisas de partida:

       —Deseo alejarme del ensayismo documental de El menstruador en aras de un ensayismo más filosófico y literario.

       —Deseo alejarme del lirismo agónico de Bahía carmín sin, por ello, renunciar al lirismo por completo. De todos los posibles acercamientos a un tema, el lírico suele ser el más acertado. Son los artistas, y no los científicos, los que señalan el camino, por mucho que esa idea le joda a la sociedad.

       —Deseo alejarme, por supuesto, de cualquier esquema planteamiento-nudo-desenlace concebible. Por favor, no insistan. No lo voy a hacer. Nada obtiene jamás un desenlace final, en ningún punto se encuentra el verdadero nacimiento de nada. Todo comienza y acaba in media res.

       —Deseo un libro menos asilvestrado que Bahía carmín, por lo que pienso tomarme más tiempo para escribirlo y hacerlo de una manera más relajada. Quiero que la prosa rezume, ante todo, libertad.



LBN

12/10/2019


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