Hoja en blanco, de Isaac Belmar

No me gustan los blogs de literatura, ni los blogs de escritores. Me aburren soberanamente, en el mejor de los casos, o me parece que están llenos de falsedades, en el peor. Ni siquiera apruebo este mismo blog. Si yo no fuera yo, no me molestaría en leer las plúmbeas murgas que escribo de vez en cuando para entretener al personal y no permitir que esta página languidezca hasta desaparecer. La mantengo viva simplemente para tener un centro de operaciones en el que poder ofertar mis libros y mantener a mis escasos lectores informados de las novedades, si las hubiere, cosa que ocurre muy poco a menudo pues todo lo relacionado con la literatura es de cocción muy lenta. No tengo motivación suficiente para escribir en Facebook, Twitter, Instagram, Goodreads y la madre que los parió a todos. No entiendo de dónde sacan tiempo y ganas otros escritores para estar en esas plataformas promocionándose y mendigando atención. ¿Cuándo escriben sus libros si están todo el día dando la matraca por internet?
       No me gustan los blogs de escritores porque en todos ellos percibo que se trata de blogs de restos, de excrementos, de sobrantes. Todo aquello que no tiene cabida en un libro, por ser malo, por haber sido escrito con desidia, o por no poder acomodarse a un corsé narrativo, acaba en el blog. Los blogs de escritores son, en cierto modo, ensaladas de basuras, un anaquel de mierdecitas. No se engañe. Este blog también es una ensalada de basura, un estofado de boñigas, un almacén de caquitas y excrecencias. Ni uno solo de los párrafos escritos en este blog merece ser impreso. Si lo mereciera, le buscaría acomodo en un libro.
       No me gustan los blogs de escritores y no suelo visitarlos mucho, salvo en los casos de escritores amigos, que sí leo, pero por el interés que te quiero, Andrés. Escribo en ellos algún comentario de vez en cuando sólo para que ellos se paseen por aquí alguna vez y comenten algo. Así funcionamos los escritores. Yo te rasco la espalda, tú rascas mi espalda. Yo reseño tu mierda, tú reseñas la mía. Yo hago de confesor literario para ti, y tú me devuelves el favor cuando corresponda.
       No me gustan los blogs de escritores porque en la mayor parte de ellos se escribe sentando cátedra, casi siempre sin motivo ni fundamento. Escribir un libro, o varios, no conlleva que se puedan dar lecciones de escritura, ni siquiera consejos. De ahí que los consejos que dan muchos escritores (mayormente malos) suelan ser, a su vez, malos consejos. En esencia, un compendio de clichés motivacionales copiados de Mr. Wonderful, de Steve Jobs y de algún que otro productor de churros a lo Danielle Steele. El error que cometen, a mi entender, es creerse maestros en algo. La única maestría admisible es aquella que le permite a uno reconocerse siempre como un eterno alumno. Aquel que crea que, por haber escrito un libro, o varios, sabe algo es porque, en general, no sabe nada. El día que yo de lecciones sobre cómo escribir, definitivamente podrá decirse, sin temor a equivocarse, que no tengo ni puñetera idea de lo que hablo.
       No me gustan los blogs de escritores porque en ellos, en general, sólo se habla de mala literatura. No me gustan los blogs de escritores porque los escritores que escriben blogs, suelen escribir libros muy malos. Los mejores escritores en la actualidad no tienen blog, ni ganas de tenerlo. Se reservan para sus libros, que es, además, justo lo que deben hacer. No me gustan los blogs de escritores porque, de entrada, ni siquiera me gusta la palabra “blog”. A fin de cuentas yo provengo de un mundo, extinto ya, en el que esa palabra no existía. Hace no tantos años, como mucho, se escribía un diario, privado, que leían muy pocas personas, si es que lo leía alguien. Lo hacían muy pocos. Ahora la gente escribe blogs.
       Pero hay excepciones, claro. Siempre las hay. ¿Qué sería de la vida sin sus benditas excepciones? Lo triste en esta vida es no llegar a ser jamás una excepción en nada. La naturaleza maravillosa de las excepciones me hace entender en su profunda medida el auténtico alcance del término excepcional, que va mucho más allá de lo que se pueda llegar a intuir. No es fácil encontrar algo excepcional, o facilísimo, según se mire. Ahí radica, a mi entender, la capacidad de inyectar a esta vida algo de sentido de aventura, de juego, y de carácter divino. En el fondo, todo consiste en empeñarse en verlo todo como algo ordinario, predecible y homogéneo, o verlo todo como algo único y excepcional. Hay que saber ajustar el foco. Y las excepciones, sin duda, saben ajustar el foco literario mejor que nadie. Así que yo voy a recomendarles que hagan una visita a este blog excepcional. Hoja en blanco, el blog de un tal Isaac Belmar, de quien no he leído absolutamente nada.
       Disfrútenlo… por lo que he leído de él, no dice muchas tonterías.

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